Conservadores vs fundamentalistas

Es práctica común entre los cristianos liberales acusar de fundamentalistas a los que no comulgan con su forma de entender y practicar el cristianismo. Al menos eso parece, si me guío por lo que dicen mis amigos liberales. No voy a detenerme ahora en polemizar con el liberalismo cristiano (no descarto que lo haga en un futuro), sino que voy a aclarar un poco el concepto y en todo caso “casarme” con algún ismo más a mi gusto.

Ya antes les había dicho (a mis amigos liberales): “Si a no creer en lo que creen ustedes y a llevar una vida de santidad se le llama fundamentalismo, entonces AMÉN, yo soy fundamentalista”. Pero viene en mi ayuda Pablo Richard, un conocido teólogo de la Teología de la Liberación, con estos párrafos de su libro Fuerza ética y espiritual de la Teología de la Liberación en el contexto actual de la globalización (Editorial Caminos, La Habana, 2004, p.114):

(…) El fundamentalismo reciente nace como rechazo de la modernidad, de la cientificidad, del estudio histórico-crítico de los textos sagrados. Se absolutiza el sentido literal de los textos, rechazando una lectura hermenéutica y científica de ellos. Se rechaza, además, toda adaptación del texto a la cultura moderna. El fundamentalismo muestra una enorme pobreza teológica y espiritual.

El fundamentalismo no distingue entre religión y política y es utilizado normalmente con fines políticos. Los textos sagrados, fuera de todo contexto histórico, son utilizados como pretexto para atacar y destruir a todos los “enemigos” contrarios a los textos sagrados del fundamentalismo. El fundamentalismo utiliza los textos bíblicos como arma política, incluso militar. Si el fundamentalismo en sí es irracional, su instrumentalización política sí tiene una racionalidad. (…) No hay que confundir el fundamentalista con el conservador. El primero es irracional, el segundo es racional, utiliza argumentos teológicos y espirituales. Ambos, eso sí, se oponen a la modernidad y al humanismo.

Ah, vale aclarar que muy raramente se ha llamado “conservador” a algún teólogo de la liberación: la gran mayoría de ellos son bien liberales.

Entonces, la moraleja del cuento: no soy fundamentalista, sino, en todo caso, conservador.


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