A los cristianos también nos gusta tener éxito en la vida: como profesionales, como hijos, como padres, como esposos, como novios, como amigos, como líderes, como servidores, como casi todo en lo que nos involucramos voluntariamente y con mucho gusto. Un cristiano maduro promedio tiene gran conocimiento de la Biblia, practica un buen número de convicciones éticas y morales que con seguridad lo distinguen en cualquier lugar donde viva porque en este mundo abunda más la “oscuridad” que la “luz”.
Está bien que un cristiano desee tener éxito en su vida: la Palabra está llena de promesas de bienestar, abundancia, prosperidad y gozo para los que buscan a Dios. Solo que es útil de vez en cuando recordar que en la vida cristiana el éxito es la consecuencia de hacer la voluntad de Dios, y no al revés. Se puede decir que lo más importante para el cristiano debería ser que Dios tenga éxito en su vida (su Palabra, su manera de hacer las cosas, sus propósitos, sus sueños). Y sería negativo pensar que en muchos cristianos alrededor de todo el mundo, en la mayor parte de sus vidas, no es así. El Señor tiene éxito en sus planes, pero desgraciadamente a veces no dejamos que tenga éxito en ciertas áreas de nuestra vida.
Jesús nos enseña a orar: “Que se haga Tú voluntad en la tierra, así como en el cielo” (Mateo 6:10). En el mundo las personas no andan buscando cuál es el deseo de otros para sus vidas, no van por ahí preguntando “Papá, ¿qué quieres que haga con mi vida?” Más bien las personas buscan realizar sus planes, sus sueños individuales y en esto, y solo en esto consiste el éxito.
Dios invita a sus hijos, a sus amigos, a un éxito superior, sueños superiores, más frutos. Solo que cuando nos habla necesitamos “ablandar” el corazón, dominar nuestro impulso de hacer lo que ya habíamos planeado hacer en primer lugar antes de conocer lo que El quiere que hagamos:
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: si oyereis hoy su voz no endurezcais vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron a pesar de ver mis obras durante cuarenta años Hebreos 3:7-9 (RVR)
Cuando me pasa que llevo años luchando por sueños o metas espirituales que no acabo de alcanzar, y me preocupa, y requetepienso por qué incluso otros han tenido éxito en esa área, me conviene añadir a estos pensamientos en qué cosas Dios lleva años tratando de tener éxito conmigo y no lo he dejado. Puedo ser muy maduro en algunas áreas, estar lleno de dones y sin embargo en otras no querer aprender, no querer oir consejo, no querer obedecer estrictamente las instrucciones porque vienen de gente con menos dones.
La Biblia describe este corazón con exactitud en : “… siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos” (Hebreos 3:10, RVR)
El término vagar es exacto, dar vueltas, no llegar a ninguna parte, no saber qué hacer, estar lleno de incertidumbre. Y el resultado, quedarse fuera del proceso que produce los frutos que Dios quiere y que nosotros también esperamos.
Como con aquel pueblo de Israel rebelde, Dios se siente frustrado con nosotros cuando nos ve buscando nuestro éxito separado de El. Pero, a veces, sí le tenemos miedo a los planes de Dios, porque sentimos que los nuestros nos van a dar más satisfacción. Cuando le oramos a Dios, si le pedimos “Señor, ten éxito realizando tus maravillosos planes en mi vida” sería lo mismo que “Que se haga tu voluntad”.
Y sí, quiero tener éxito en mi vida, lo cual significa que Dios se lleve TODA la gloria.